Los cobertizos de plástico han ganado terreno en los últimos años. Los ves en todos lados, en catálogos online, en tiendas de bricolaje, y muchos los compran por lo fáciles que parecen de montar, porque no pesan y porque no se pudren con la lluvia. Y todo eso es verdad, no vamos a negarlo. Pero también es cierto que tienen sus pegas, y si no las tienes en cuenta, puede que te lleves un buen chasco cuando lo tengas montado en el jardín.
Uno de los principales problemas es que muchos de estos cobertizos no son tan resistentes como parecen. El plástico, si no está bien reforzado, se dobla, se mueve y se nota inestable. Sobre todo cuando hace viento. Y eso que te dicen que aguantan perfectamente… bueno, puede ser, pero si no los anclas bien al suelo, lo mismo acaban volando. No es una exageración. Es lo típico que nadie te cuenta.
Otro tema es el calor. En verano, te puedes imaginar cómo se pone un cobertizo de plástico al sol. Dentro puede hacer un calor insoportable. No lo notas si solo guardas una manguera o una silla, pero si tienes cosas más delicadas, como herramientas eléctricas, productos químicos o incluso una bici buena, puede afectarles. Además, el plástico no envejece muy bien al sol. Algunos modelos, sobre todo los más baratos, con el tiempo se decoloran, se agrietan o directamente se parten. Y claro, arreglar eso… pues complicado. No puedes cambiar una pieza como haces con la madera o reforzar con una soldadura como en el metal.
También está el tema del peso. Si tienes pensado meter muchas cosas, tipo estanterías cargadas, bolsas de tierra o materiales pesados, mejor que lo pienses. Los cobertizos de plástico tienen limitaciones. Ni los techos ni las paredes aguantan lo mismo que otros materiales. Y si lo fuerzas, se nota. Además, muchos no traen base y eso te obliga a preparar tú una superficie firme, o se te hunde con el tiempo.
En cuanto al montaje, aunque digan que es fácil, a veces te las ves y te las deseas para encajar bien las piezas. Hay paneles que vienen justos, tornillos que no agarran bien o piezas que se doblan. Si no eres muy manitas, puedes acabar desesperado.
Ahora, hablando claro, a mí los cobertizos de plástico no me parecen malos si los usas para lo justo: meter los cojines del sofá del jardín, guardar un par de herramientas, una escoba, poco más. Pero si esperas montar ahí un mini almacén, meter cosas de valor o usarlo a diario como si fuera un trastero serio… yo no me fiaría. Al final es plástico, y aunque hay modelos buenos, también los hay que parecen más un juguete que otra cosa.
Lo que sí es verdad es que el precio suele ser más bajo, y eso tira mucho. Y si lo vas a poner en un rincón donde no le dé el sol directo, o no lo vas a abrir todos los días, puede cumplir. Pero ojo con esperar milagros. Yo lo veo como algo práctico para quien no quiere complicarse, pero que tampoco necesita mucho.
El problema no es que los cobertizos de plástico sean malos, es que mucha gente espera de ellos lo que no pueden dar. Si sabes lo que son y para qué sirven, pueden funcionar. Pero si te pasas de listo o te crees que has encontrado el chollo del siglo, luego vienen los problemas.
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